Apoyo al Periodismo

Los caminos se están uniendo, la encrucijada del mundo toca a su fin.
En pleno siglo XXI, la coraza de violencia e incapacidad de raciocinio que envuelve al ser humano sigue intacta, yo diría que incluso mucho más gruesa y embrutecida.
No existen límites morales, no existe la paz y no hay lugar para la humanidad. No hablo de humanidad en cuanto a lo que denomina a nuestra especie, sino de una humanidad extraviada a través de los siglos, incomprendida, olvidada y derrumbada.
Hablo concretamente de ese sentido que se nos concedió a los humanos, la humanidad, un concepto que engloba amor, paz, grandeza, héroes, luz, vida y bondad.
¿Le queda algo de eso al ser humano? Definitivamente no.
El diálogo que construía cada una de estas cualidades está obsoleto, y nosotros somos incapaces de reconstruirlo sin deshacer el mundo hasta que quede hecho cascotes, sin un solo reducto de vida.

Hoy, quiero alzar la voz en palabras de tinta, como hacen nuestros compañeros cada día.
Quiero romper no una lanza, sino un batallón de lanzas en favor de todos los periodistas que de verdad lo son, sin condiciones, por vocación y hasta el final de sus vidas.
No hablo de los periodistas vendidos, de aquellos que su única labor en esta vida es contar la vida de esta o de aquella, de difamar, insultar, y prestarse al circo social que montan los gobiernos en las televisiones para desviar la atención del verdadero núcleo de los problemas.
Destrozando el cometido de los medios de comunicación y llevando todo al extremo de borrar de un plumazo los programas que de verdad informan, o cerrando cadenas que aportan algo a nuestra mente para tapar nuestras gargantas con ese horrendo panorama de realitys sin causa ni sentido.
Esas personas manchan, ensucian, contaminan y distorsionan el concepto periodista. Y creo que se debe diferenciar entre ellos y los verdaderos reporteros, las personas que ponen todo su corazón en retransmitirnos día a día las penas y grandezas de nuestro planeta.
Da igual si lo hacen desde un despacho o desde Siria, los auténticos héroes de los medios de comunicación son aquellos que no le temen a nada, los que por nosotros arriesgan sus palabras.

Me gustaría que no quedara en saco roto la muerte del periodista James W. Foley.
Este hombre fue capturado en 2011 por el régimen de Gadafi y aún así pudo más su fuerza y sus ganas de informar al mundo, volvió.
Tras 44 días de cautiverio James fue liberado, pero poco después ya estaba de nuevo en el frente, cámara en mano, dispuesto a contarle al mundo lo que allí sucedía, decidido a ser la voz de un pueblo callado y mutilado por el miedo y la violencia.
Construyó con sus hazañas un bastión en mitad de una guerra, valiente como un héroe de los de antaño y decidido como la más colosal de las leyendas.
Supongo que como ser humano, James tendría sus defectos, pero en el aspecto laborar no se debería de dudar que fue y siempre será un verdadero ejemplo a seguir.


Con estas palabras que hoy estoy plasmando en este improvisado lienzo, quiero dejar claro que no solo es periodista el que se juega su propia vida por dar, recoger o fotografiar una noticia, también esas personas que encontramos en nuestra vida cotidiana, los presentadores entregados a sus programas, o las personas que estudian para llegar a ser grandes reporteros y que ponen su corazón cada día en lo que están haciendo.
¿Se está menospreciado el trabajo de los periodistas?
Llegas a casa, te sientas en la mesa, vas comiendo, y miras la tv. Ahí están las noticias, no hay más.
Al menos eso creemos, pero no es así. Para que tú puedas ver esa noticia, probablemente algún valiente ha tenido que correr en plena calle plagada de tiroteos para sacar un mísero vídeo de un minuto y el cual probablemente te sepa a poco. Pero estás muy equivocado, no es un mísero vídeo, es un minuto de la vida de ese periodista, un minuto que regala al azar, porque nunca sabremos cuando seremos nosotros los que caigamos.
Debemos empezar a valorar el verdadero trabajo de los informadores, desechar a toda esa lacra que solo va a la Universidad por contentar a sus padres, pero que en el fondo solo quiere acabar periodismo para formar parte de la feria social en la que se ha convertido el mundo, con sus embustes, telarañas y supercherías.
Por no hablar del intrusismo laboral que lleva a cuestas esta profesión, cualquier persona que tenga un blog o suba vídeos a internet, se cree con el derecho de usurpar y arrebatar los puestos de trabajo a los auténticos profesionales curtidos en las mejores universidades.
Es la hora de que al periodismo se le devuelva lo que es suyo, es hora de caminar entre gigantes.